Escritora y profesora del Máster de Narrativa en la Escuela de escritores de Madrid.
Escribe novela, relato breve, columnas literarias y poemas. Imparte talleres desde 1998 de Escritura creativa, Relato breve, Novela secuencial, Escritura y Gestalt, Escritura autobiográfica y Psicología de la creatividad, además de seminarios de escritura enfocados al desarrollo personal.
Ha publicado en revistas los artículos: La escritura como camino de vida, Escribir es escucharse y Sobre el deseo, este último incluido en Cuaderno de ideas (Ed. Fuentetaja 2007). También colaboró con sus artículos en la sección “Bienestar” de la revista MUFACE y, con su columna Mitades, en el periódico Escuela.
Tiene relatos publicados en varias antologías: Lisboa (finalista del premio “NH” de relato breve en el 2001), Calor, en Trentacuentos (Casabierta Editorial 2008) Fundición, en 02 Relatos (Tres rosas amarillas, 2011)
Sus dos novelas publicadas: Los que lloran solos, finalista en el premio “Juan Pablo Forner”, 2002 (Gens Ediciones, 2005) y El corazón de las estatuas, (Gens Ediciones, 2007).
Los días huérfanos (Amargord Ediciones) es su primer libro de poemas.
Magdalena, eres profesora en la Escuela de Escritores de Madrid. ¿Se puede enseñar a escribir?
Creo que sería más acertado decir que se puede “acompañar” a los que tienen el deseo de escribir. Hay una enseñanza técnica y objetiva, donde el alumno puede aprender recursos narrativos que hagan sus historias más atrayentes. Y también hay una línea mucho más sutil (para mí la más valiosa) que surge de un proceso íntimo con la propia sensibilidad. Es en esta última donde se elabora la búsqueda de la mirada artística y donde empieza el camino que nunca termina pues, mientras estemos en él, seguirá abierto a las variables de la alquimia poética personal.
Dar clases en una de las escuelas de escritura mejor consideradas es un orgullo y una responsabilidad que no todo el mundo es capaz de asumir.
Es un trabajo muy bello, y más que orgullosa (de mí) o responsable (de los otros), diría que lo que encuentro bello es el gesto de confianza que depositan en nosotros los alumnos que quieren hacer el mismo camino. Acompañar a otros en su deseo, igual que un día me acompañaron a mí con el mío, me hace sentir alegría y agradecimiento. Quizás la intención primera de todos los que nos iniciamos sea la de descubrir trucos de escritura, adquirir conocimientos, retener información precisa para que las historias funcionen…
Pero creo que es al darse cuenta de que hay otras muchas cosas que no se pueden enseñar, cuando el alumno que quiere convertirse en escritor de verdad entrega deseo y confianza al proceso vivo de la escritura.
El alumno qué busca: ¿inspiración, formarse como escritor o ayuda para acabar su manuscrito? ¿O de todo un poco?
Pues de todo un poco. Algunos alumnos llegan buscando ponerle riendas a su imaginación. Los hay también que llegan sin haber escrito ficción nunca y otros, en cambio, que vienen ya con una novela terminada. Puede que todos ellos quieran lo mismo, “probar” en un entorno receptivo como la Escuela de escritores qué efecto provoca su escritura. Pero lo cierto es que el que quiere ser escritor necesita de todas: intuición, formación técnica, perseverancia en la escritura y confianza en su imaginario y en las historias que persigue.
¿Qué enseñas en tus talleres sobre Escritura y Gestalt ?
Una de las claves esenciales en Gestalt que aplicamos en este taller es “el darse cuenta”. Trabajamos en el aula con ejercicios prácticos de escritura que nos ayuden a tomar contacto con nuestras emociones y nos lleven a descubrir en nosotros sentimientos bloqueados y estructuras rígidas. Por lo tanto, no nos conformamos con el “yo soy así, y punto”, sino que vamos un poco más allá. Porque es después de darnos cuenta de que repetimos estas estructuras de forma automática, cuando podemos hacernos responsables de nuestras emociones y de nuestra creatividad. Y es, además, cuando empieza el verdadero proceso de descubrirse como persona/artista.
Si hay entrega, si el alumno quiere “verse”, los resultados también se harán visibles en la escritura de ficción. Y es lógico, porque empiezas a tomar conciencia de los clichés, de las ideas recibidas, de las emociones que nos parecían tan genuinamente nuestras y que solo con rascar un poquito nos damos cuenta de que tienen mucho de prefabricadas… Todo ello puede llevarnos igualmente a reflexionar sobre hechos o elementos que aparecen en las historias y llegar a marcar la gran diferencia entre escribir personajes acartonados o seres auténticos en nuestras páginas. Por eso creo que aprender a valorar las situaciones vitales con más honestidad es esencial.
Cuando el alumno empieza a ver estas sutilezas se da cuenta de que todo ello no tiene que ver solo con la práctica de la escritura y el dominio de la técnica, sino con algo que está en nosotros antes de la escritura y que la propia escritura nos ayuda a desvelar.
Por eso me gusta dar este curso, porque cada vez que lo imparto pueden surgir momentos valiosos de descubrimiento para el alumno, tanto en lo personal como para su mirada artística.
¿Todos los alumnos acaban publicando?
Todos no. Tampoco todos los que se matriculan en Medicina llegan a colegiarse como médicos. Pero el que tiene el deseo claro y entrega su entusiasmo al aprendizaje sin hundirse con las dificultades, es bastante probable que lo consiga. De hecho, muchos lo consigen.
Los que lloran solos es tu primera novela que quedó finalista en el premio Juan Pablo Forner.
Sí, y al ser la primera también iban con ella todas las dudas de que al otro lado hubiera alguna respuesta. Quedar finalista fue esa respuesta al trabajo, aunque lo más valioso de todo el proceso de escribir y lo que más sigo valorando pasados los años, es lo que pasa en mí mientras sucede la escritura.
Ser capaz de esa entrega incondicional a ese tiempo sin tiempo y crear vida con palabras es para mí algo sagrado.
Si luego hay una respuesta cuando los libros salen al mundo, pues estupendo; y si no la hay, me siento agradecida por vivir esa búsqueda y ese proceso íntimo con el lenguaje.
El corazón de las estatuas es tu segunda novela. Háblanos de ella.
Mis novelas no son de grandes hazañas y aunque en la primera, Los que lloran solos, sí hay una presencia clara de tensión y suspense (porque la protagonista se mete en un lío inesperado), las voces que cuentan y atraviesan mis historias son intimistas. Creo que contar desde lo pequeño y lo cotidiano me acerca más a lo que busco en la escritura. Gregorio, el protagonista de El corazón de las estatuas, inicia un camino de descubrimiento personal y se pregunta cuanta vida de los cuarenta años que lleva vivo ha sido verdaderamente suya, vivida por él. No todas las aventuras son hacia fuera. Lo que hace Gregorio es aventurarse en un paseo interior.
Escrita en fragmentos cortos que se convierten en piezas del rompecabezas de su vida, es el lector el que rellena los huecos y va armando la figura de la existencia de Gregorio mientras lee.
Ángel Zapata dijo de tu poemario “Los días huérfanos” que hay poesía allí donde lo dicho no está dicho del todo. ¡Es hermoso!
No decir del todo es para mí imprescindible en este viaje de ida y vuelta entre escritor y lector, el regalo que yo quiero que la literatura me haga a mí cuando leo.
Si una historia no me deja huecos en los que pueda detenerme, mirar lejos, cuestionarme y volver a la página, me faltaría algo esencial.
Y si esto me pasa con la narrativa, todavía me pasa mucho más en la poesía. La poesía que no me detenga me interesa poco. Quiero que una buena imagen, la cadencia del ritmo, incluso, no saber qué me está diciendo el poema, me hagan detenerme… Y si eso es lo que yo busco al leer, también trabajo en mi propia escritura para ofrecer este espacio al lector. Creo que Voltaire tenía mucha razón cuando dijo aquello de: “el secreto para aburrir es decirlo todo”.
También escribes relatos y publicas en diferentes revistas y periódicos.
Hace tiempo que ya no publico en revistas y periódicos. Me gustaban los artículos sobre Bienestar que escribía para la revista MUFACE, porque me hacían investigar y profundizar sobre temas que, además de interesarme a mí, pudieran resultar atractivos para los lectores. Al recordar el título de alguno aquellos artículos: El entusiasmo, Sobre la amistad, Los beneficios del humor... me doy cuenta de que los temas de autoconocimiento me acompañan casi desde siempre.
Y también recuerdo la columna literaria que escribía para el periódico Escuela, titulada Mitades. Creo que, visto desde ahora, podría decir que con esta columna empezó mi reto poético, el que ahora desemboca en Los días huérfanos.
¿Qué proyectos te esperan?
Me gusta mucho un texto de Bobin que se encuentra en su libro Autorretrato con radiador:
“La pregunta de Caperucita al lobo: “¿Cómo emborronáis tantas páginas? ¿Para qué escribís?” La respuesta del lobo: “para verte, niña, para verte mejor. Mi alimento reside en esa visión. Y figúrate: cuanto más te veo más me maravillo”. Caperucita, embargada por la coquetería: “Pero ¿qué tengo yo de tan maravilloso? Somos millones de caperucitas, lobos y abuelitas en el mundo. ¿En qué puedo yo ser distinta?” El lobo: “Pero el hecho único de que existas es fuente de nobleza, y eso es iguamente válido para los millones de caperucitas, lobos y abuelitas de los que me hablas. La maravilla, es existir. No hay más. Escribir ensancha la visión y, con ella, la capacidad de ser alegrado por la simple aparición de un ser vivo, de cualquier ser vivo. ¿Entiendes? “Sí”, respondió Caperucita que no había entendido nada y volvió al bosque a jugar, a coger moras, a cantar una canción, a dormir al pie de un árbol, pensando que era su modo particular de escribir y que ese modo, en definitiva, era equiparable al del lobo.”
La maravilla, es existir, como dice el texto. Me gustaría mantenerme en la escritura porque creo que es un espacio valioso para acercarme a mi propio centro. La forma en la que surge luego contar mi ilusión del mundo (novela, poemas, columnas literarias...) depende del contenido y de mi momento vital, pero me he dado cuenta de que también me gusta crear algo que no haya hecho antes. En mi fantasía de futuro próximo caben un libro de artista con poemas e imágenes sobre el fuego, en colaboración con una artista de videoarte, y también un documental: Escribir el río, sobre un curso que hice durante años con un grupo pequeño de alumnos y del que hay muchas horas de grabación. Fueron viajes entrañables, de esos que hacen la vida más ancha, y cada primavera nos acercábamos a un río distinto y escribíamos en nuestro Cuaderno de agua. En los dos proyectos está la escritura como centro. O quizás solo sea jugar, coger moras o cantar una canción... No sé.
Si quieres acercarte a Jordi Muñoz: (Director deEscola d’Escriptura de l’Ateneu Barcelonès), clica aquí:
Muy interesante. Me gusta mucho la visión de Magdalena Tirado de la escritura como un viaje interior para el auto conocimiento, porque es de nuestro interior de donde nacen nuestros relatos. En este sentido, toda escritura tiene algo de terapia personal.