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Entrevista a franco chiaravalloti

Foto del escritor: marimén_te doy mi palabramarimén_te doy mi palabra





Franco Chiaravalloti (Buenos Aires, 1979). Reside en Barcelona desde 2003, ciudad en la que cursó sus estudios de posgrado en Literatura Comparada. Vivió, también, en Italia, Inglaterra y Kenia. Es especialista en narrativa breve. Desde 2010 imparte clases de cuento y microrrelato en la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès, institución en la que además se desempeña como coordinador de cursos. Es autor de los libros de cuentos El teatro perpetuo (2024), Insular (2021), Esos de ahí afuera (2015) y Como un cuentagotas que se presiona suave, muy suavemente (2009). Participó, además, en seis antologías. Sus artículos de crítica literaria aparecieron en publicaciones impresas y en línea, como Granta, Quimera, Revista de Letras o La Maleta de Portbou. En 2019 formó parte de la comitiva que representó a Barcelona en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. En 2021 recibió una de las becas Montserrat Roig, otorgadas por el Institut de Cultura del Ajuntament de Barcelona, destinadas a promover la creación literaria.


 




Hablemos de tu última publicación: El teatro perpetuo, un libro de relatos que giran en torno a la familia y sus componentes y también sobre la figura de la madre. ¿Por qué este título y por qué estas temáticas?


Tras la escritura de Insular, mi anterior libro de cuentos, y sin ninguna intención inicial de componer un volumen, empecé a elaborar una serie de historias unidas casi de forma espontánea por el tema de la familia, de las luces y las miserias del entorno familiar. Las vicisitudes de mi propia experiencia y la inspiración que me traían ciertas vidas ajenas me condujeron a ese territorio. Así fueron naciendo cuentos en los que las relaciones familiares se observan desde las vivencias de una hija con su padre, un hijo con su madre, entre hermanos, parejas o donde interviene la familia política. En la segunda parte del libro, “Geografía materna”, los relatos giran en torno a la figura de la madre, ese pilar que influye y condiciona la esencia de los personajes. Hay madres ausentes, omnipresentes, perdonadas, abnegadas, llenas de secretos, y también la tierra se representa como madre, capaz tanto de acoger como de expulsar. Es un escenario así,


las personas nos convertimos en actores y actrices obligadas a adoptar un papel sin haberlo elegido ni ensayado previamente, a merced de aplausos y abucheos.

 





Uno de los temas recurrentes es el desarraigo, la nostalgia hacia los lugares que nos pertenecían y ya quedan lejos. Incluso fueron temas en tus libros anteriores: Esos de ahí afuera e Insular. Tú también dejaste Argentina hace muchos años y estoy segura de que habrá momentos en los que la echarás en falta. Lo menciono, porque también yo viví en otro país y eso me marcó mucho.  ¿Cuánto pesa haber crecido en un país en el que ya no se vive?


El país de origen nunca se abandona, jamás te acabas de ir del todo. He conocido gente de mi país que ha huido de allí llena de resentimiento, despotricando contra él, perjurando que jamás volvería, denostando todo lo que ha dejado atrás —ecos, huellas, fastidios, calles, vientos, sombras—. Pero se les cae una inadvertida lágrima si de casualidad escuchan un tango o huelen a asado un domingo cualquiera. Con Esos de ahí afuera, Insular y El teatro perpetuo acabé elaborando una involuntaria trilogía sobre el desarraigo, pero lo siguiente que escriba girará en torno a un tema bien diferente, que aún no sé cuál será. No porque reniegue de él, si no para evitar aburrirme y encasillarme.


 

Entre todos los cuentos hay uno que no solo me ha enternecido, sino que me he hecho imaginar la dureza de la situación. “El gran vidrio” en el que describes como una madre encarcelada busca el contacto de la mano de su hija a través del cristal que las separa. Me parece una historia muy tierna y, a la vez, extremadamente dolorosa. En una entrevista tuya leí que se trataba de una historia real. ¿Nos la puedes contar?


Este cuento nació del testimonio de una mujer argentina que reside en París, cuyo padre fue asesinado por la dictadura de Videla en los años setenta.

Nuestro encuentro en Barcelona fue fortuito, y sus palabras me dejaron profundamente conmovido. Me contó que había nacido en prisión, ya que su madre fue encarcelada y sometida a torturas debido a su militancia política. Pasó sus primeros meses tras las rejas hasta que la entregaron a su abuela, que la crio durante sus primeros siete años de vida. Cada jueves, a lo largo de todo ese tiempo, visitaba a su madre en la cárcel, siempre separadas por un grueso vidrio. Cuando la mujer finalmente obtuvo la amnistía, le impusieron el exilio como condición para obtener la libertad. Su relato me sacudió de tal manera que, al regresar a casa, no pude hacer otra cosa que escribir, pese a que eran las tres de la mañana e iba algo borracho. Así nació la primera versión de este texto.


 

Desde los primeros cuentos llama la atención la diversidad técnica de los relatos. ¿Ha sido consciente? ¿Cómo ha sido el proceso de elaboración?


No sigo un método rígido para escribir cada relato; mi enfoque varía según mi momento vital, el tiempo del que dispongo y las ideas que me seducen.

Suelo estar atento a los estímulos que emergen en mi cotidianidad: una palabra dicha al pasar, una inquietud personal o un detalle aparentemente insignificante pueden desatar el impulso de escribir. Suelo reflexionar sobre esas chispas y dejarlas madurar antes de explorar sus posibilidades como argumento o conflicto narrativo. También pienso en el desenlace, el punto hacia donde quiero dirigir la historia, porque creo que tener un final claro desde el inicio le da solidez al cuento. Luego, trazo una estructura básica, un esquema flexible que, con toda probabilidad, se transformará en el proceso de escritura. A veces, el final que tenía en mente desaparece por completo. Pero, aun con sus cambios, este método me sirve como plataforma para construir una primera versión, esa base que puliré durante semanas o incluso meses hasta lograr la versión definitiva.


 




La novela y el relato. ¿Qué se lee más?

Por cuestiones históricas y por prejuicios editoriales, la novela es el género omnipresente en la esfera literaria de todo el estado español, ya sea en los estantes de la FNAC, en la lista de libros más vendidos de Sant Jordi o la Feria del Libro de Madrid, o también en la cuantía de los certámenes que galardonan lo mejor de un género u otro. Esa diferencia es pasmosa, por ejemplo, en los premios que reparte Ómnium Cultural durante la Nit de Santa Llúcia: mientras que al ganador del Premio Sant Jordi de Novela le dan sesenta mil euros, la obra galardonada con el Mercè Rodoreda de Contes i Narracions recibe apenas seis mil. Ante desequilibrios semejantes, es normal que al cuento le siga costando salir de los márgenes. Esto no ocurre en ámbitos como el anglosajón o el latinoamericano, o, incluso, en el francés, donde el cuento solía ser visto con desdén y en los últimos años consiguieron corregir esta percepción.

 


¿Qué proyectos te esperan?

Estoy en los albores de un ensayo vinculado, precisamente, sobre el cuento. También le estoy dando vueltas a una serie de textos que giran en torno a testimonios de personas exiliadas a raíz de guerras y conflictos diversos. Como ves, pese a que lo intento, el desarraigo y la migración son temas que vuelven porfiadamente a mí, una y otra vez.


 

 Si quieres leer otra entrevista sobre Franco Chiaravalloti:




 


 
 
 

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